Rebelión en las Tablas la “Lucha Social” en los Dramaturgos Sevillanos del siglo XIX

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REBELIÓN EN LAS TABLAS LA “LUCHA SOCIAL” EN LOS DRAMATURGOS SEVILLANOS DEL SIGLO XIX

Isabel M.ª González Muñoz

A Coral, en sus albores prenatales

Desde pequeña, en mi casa se han oído zarzuelas. Recuerdo aquellos memorables días en los que se encendía el ‘picú’ 1, en su versión inglesa pick-up, y mis mayores colocaban los microsurcos 2 para escuchar las más variadas piezas líricas. Esto hizo que en mi memoria se grabaran letras que, a veces, sin venir a cuento, recito de memoria. Cuando me hallaba pensando cual sería el tema a tratar en las jornadas de ASCIL, me asaltó el siguiente diálogo, extraído del cuadro cuarto, acto II, de la zarzuela Cádiz 3 Rubio, conductor de calesas, le explica a su amada Curra, y al Majo, las ventajas de la constitución de 1812. En este cuadro, el pueblo, reunido en un ventorrillo de Puerta Tierra, canta diversos aires en honor de la Constitución, “la Pepa”, entre ellos el famoso tango de la negra.

Majo.- El congreso ¿pa qué sirve?
Rubio.- Pa goberná la nación,
pa darnos más libertad.
Ya en España se acabó
lo de yo soy más que tú
Maja.- ¡Hombre!
Rubio.- No habrá inquisición,
ni privilegios ni náa.
Curra.- ¿Y eso cómo se arregló?
Rubio.- Pues con la democrasia.
Majo.- ¿Y qué es eso?
Rubio.- La cuestión
de los derechos del pueblo 4

Sin perder de vista los versos rememorados, en donde se argumenta el valor social y político de la democracia, releo la convocatoria de estas jornadas y observo que en el punto n.º 9 de los temas propuestos, se hace alusión al estudio de las “huellas artísticas de los no privilegiados”. Y en el punto n.º 6, a “la conflictividad social: luchas jornaleras, revueltas urbanas, movimiento obrero”. De ellos nace mi propuesta de comunicación. Aunando esos dos puntos, pretendo mostrarles la repercusión que tuvieron las luchas sociales de finales del siglo XIX en las representaciones teatrales de aquellos momentos. Esto es, estudiar las huellas artísticas que dejaron las luchas jornaleras, las revueltas urbanas y el movimiento obrero en Andalucía. Para ello hemos de enfrentarnos a los siguientes epígrafes:

1.- PANORAMA ANDALUZ FINISECULAR

Existir en las últimas décadas del siglo XIX en España no fue nada fácil. La sociedad vivía de forma directa las consecuencias del caciquismo, la emigración, el analfabetismo, la lucha de clases y la emergencia de una nueva clase social muy combativa, el proletariado,…

Desde un punto de vista político, España se vio zarandeada por las guerras de Cuba, y África, por las secuelas de la ‘Semana Trágica’ de Barcelona, por innumerables crisis de gobiernos, por una dictadura que cuenta con el beneplácito del rey, por una república llena de tensiones, por guerras civiles carlistas, por epidemias de cóleras, diversas constituciones, instauración de la peseta como moneda, por la fundación de partidos políticos, … Estos fueron algunos de los problemas con los que se enfrentaban nuestros paisanos andaluces.

2.- LAS LUCHAS SOCIALES EN ANDALUCÍA

Para entender las luchas sociales en Andalucía, hemos de centrarnos en las consecuencias de la transformación agraria y de la falta de una revolución industrial fuerte y organizada. La reforma agraria liberal, en el siglo XIX, produjo una mayor concentración de la propiedad de la tierra. Ésta no permitió a la mayoría de los campesinos el acceso a la propiedad y, además, le privó de las tierras comunales pasando a unas condiciones de vida aún más duras, con rentas abusivas y épocas de hambre. Sobre la población campesina recaía el mayor peso del analfabetismo y la marginación social. A finales del siglo, la tasa de analfabetos representaba el 68% de la población española. Así, las difíciles condiciones de vida en el campo y el aumento de la conflictividad social desencadenaron un proceso de empobrecimiento.

Si a esto le añadimos que no hubo emigración a las ciudades por la falta de un proceso profundo de industrialización, hace que nos encontremos con un panorama nefasto para el campesinado. Grandes masas de jornaleros se vieron privado de trabajo, aumentaron los contratos de explotación a corto plazo y el latifundio. De los 2,6 millones de jornaleros que se contabilizaron en 1820, se pasó, a finales de siglo a los 5,4 millones.

A pesar de la desaparición de la servidumbre jurídica del Antiguo Régimen, los campesinos en su conjunto siguieron sujetos a relaciones de tipo clientelar. El poder y la influencia del propietario, del notable y del cacique eran enormes y a ellos había que someterse a cambio de una mínima protección, en forma de trabajo asalariado, de arriendo de tierras o de gestiones administrativas. Los conflictos y revueltas en el campo fueron constantes en la España del siglo XIX. Estuvieron motivadas por un incremento de la población asalariada que no encontraba trabajo. Existían, no obstante, diferencias regionales. En Castilla-La Mancha, Andalucía y Extremadura, los antiguos señores conservaron sus tierras y se les reconoció la propiedad plena de sus antiguos señoríos. Mientras que en Cataluña y Valencia, muchos arrendatarios enfiteúticos accedieron a la propiedad, estructurándose un grupo de pequeños y medianos propietarios.

La falta de recursos provocó graves problemas sociales en Andalucía, capitaneados por el movimiento de los jornaleros. De1840 a 1850 se produjeron muchas manifestaciones, ocupaciones de tierras y quema de cosechas motivada por los años de sequía. Las malas cosechas provocaban situaciones de hambre crónica y sumían en la miseria a miles de campesinos. La situación provocó la creación de un movimiento que podría asemejarse al ludista. La situación se agravó en 1855 con la desamortización de los bienes comunales de los municipios, pues estas tierras de aprovechamiento común pasaron a manos privadas. Como consecuencia se produjeron alzamientos campesinos, que fueron duramente reprimidos por el ejército y la Guardia Civil. Los movimientos más intensos tuvieron lugar en Andalucía, en algunos lugares de Castilla y en las zonas montañosas de Aragón. Poco después se produjeron las fuertes revueltas de Utrera y El Arahal (Sevilla). En 1861, un levantamiento en Loja (Granada) alcanzó gran virulencia y se extendió por las provincias de Jaén y Málaga. La represión del movimiento provocó numerosas víctimas entre los campesinos sublevados. A raíz de estas luchas sociales, en las décadas de 1860 y 1870, el bandolerismo se extendió por Andalucía como respuesta individual y violenta a las grandes desigualdades sociales. Fue la época de los bandidos que tenían su refugio en Sierra Morena, y que reunidos en cuadrillas asaltaban.

 

3.- LA CONFLICTIVIDAD SOCIAL ACCEDE A LAS TABLAS ANDALUZAS

A pesar de esta dura realidad, el teatro que se venía haciendo estaba dominado por la trivialidad, entendiendo ésta como un alejamiento de lo real porque la acción, Pocas veces tenía verdadera coherencia, sustituida por recursos de carácter melodramático (presencia del azar, coincidencias inesperadas pero determinantes en el rumbo de los acontecimientos, etc) 5.

Hasta el 15 de marzo de 1892, que se estrena la obra Realidad de Galdós, la compleja realidad española llena de problemas económicos, políticos o religiosos, estaba ausente de las tablas. Junto al mencionado Galdós, aparecen una serie de jóvenes escritores que llevan al escenario los problemas sociales de la época, eminentemente económicos, que atañen a la llamada ‘lucha de clases’ 6. Alfonso Sastre habla de “formas rigurosas de la intención social”. Según Jaime Mas,

El fin que persigue el autor al exponer ante el espectador una realidad con el objeto de conseguir por medio de la toma de conciencia con el auditorio una reforma o purificación de esa realidad representada 7.

Los personajes más desfavorecidos asaltan los tablados y son sometidos a una exploración íntima, apartándose del tono jocoso con el que habían sido tratados en los sainetes. La duda sobre las estructuras sociales vigentes se presenta al público de forma catártica, tratando de enfrentarlo a su realidad más inmediata.

Entre 1898 y 1936, existió un conjunto de autores y obras que podemos agrupar bajo el rótulo de ‘teatro social’ que llevaron a escena los males de la sociedad española. Entre ellos caben destacar tres sevillanos, uno de adopción porque nació en Chiclana (Cádiz), Federico Oliver y Crespo 8; José López Pinillos, Pármeno 9 y José Mª Gutiérrez de Alba 10. Obras como La tierra (López Pinillos) o Los semidioses, El crimen de todos, La muralla, El pueblo dormido (Federico Oliver) o Diego Corrientes (Gutiérrez de Alba) colocan a Sevilla y a sus escritores dentro de una corriente nueva en el panorama teatral español que nada tendrá que ver con el teatro panfletario que se desarrollará los años previos o los siguientes a la Guerra Civil. Hablamos de un ‘teatro social’ de denuncia que elevará a las tablas la voz cansada de los pobres del pueblo. Curiosamente, es un hallazgo literario que se da en nuestra tierra y del que apenas se habla en los círculos intelectuales, más dados a enarbolar absurdas banderas regionalistas amparadas, en los tópicos, que no nos benefician como pueblo.

El 30 de enero de 1901, se estrenó la obra de teatro Electra de Benito Pérez Galdós. A propósito de dicho estreno, el crítico Francisco Fernández Villegas 11, ZEDA, escribió estas palabras:

Hasta hace poco teníase al teatro por género puramente poético: era, además, como todavía hay muchos que así lo quisieran ahora, pasión y acción. Hoy la escena sigue otros derroteros, propende a estudiar, a conocer todas las fases de los caracteres, desdeña lo que se llama golpes de teatro, y tiende a plantear más bien un problema de ideas que un conflicto de pasiones. Esto requiere cierta lentitud, de aquí la aparente languidez de las obras modernas. El teatro de Galdós va en esta dirección y claro es que ha de estar en pugna con los prejuicios de un público apegado, como todos, a su tradición artística. […] Atraer al espectador al teatro de ideas, no como género exclusivo, pero sí como género que tiene derecho a vivir con el mismo título que los otros, y quizás mayor, a causa del carácter reflexivo de nuestro tiempo, es tarea propia de los grandes ingenios. Ibsen y Bjornson en Noruega, Hauptmann y Branderbruk en Alemania, y en Francia Besque y Brieux, tratan de presentar ante el público los problemas que preocupan a las generaciones presentes. Sus obras se proponen principalmente hacernos pensar, lo que no quita para que nos hagan sentir, y quizás, con más intensidad que los dramas puramente pasionales. Tal es en mi juicio la tendencia del teatro de Galdós 12.

De forma clara y contundente, este crítico, conocedor de la escritura dramática de su época, nos pone en antecedente de la corriente socializadora y socializante que podemos encontrar en el teatro europeo contemporáneo. Señala en su crítica varias líneas definitorias de lo que hemos dado en llamar ‘teatro social’:

1.- Es fundamental el estudio de los caracteres de los personajes.
2.- Se plantea un problema de ideas en detrimento de las pasiones.
3.- Se propone que el público piense en la realidad que lo rodea.

Esto nos hace suponer que los autores sevillanos, anteriormente citados, reformadores del teatro de su época, eran personas instruidas y conocedoras de las tendencias europeístas de su época. Suponiendo, para la escena sevillana, estar en la avanzadilla de la escena europea.

4.- HUELLAS TEATRALES 13

Si algo caracteriza al teatro es la ausencia del autor para dar la palabra a los personajes; individuos, en este caso, que expondrán sus ideas ante determinados conflictos. Por tanto, dejemos que hablen, que nos lancen sus sentires sociales más profundos. Dado el espacio con el que contamos para este artículo, hemos recogido algunas obras de los autores sevillanos citados anteriormente. Hemos elegido aquellos que alcanzaron fama en el ámbito nacional y cuyas obras fueron disfrutadas por un mayor número de espectadores/as. No obstante, fueron otros muchos los que se dieron a escribir bajo estos parámetros del teatro social.

Comenzaremos con José María Gutiérrez de Alba. De su vasta obra dramática, hemos elegido la obra: Diego Corrientes o El bandido generoso 14. En ella se trata el tema del bandolerismo como actividad comercial que ayudaba a las familias a sobrellevar la maltrecha situación económica. Este personaje tipo de la literatura española, impone su rebeldía social. Frente a la ley oficial, injusta para los pobres, impone la ley propia, basada en el reparto de los bienes. Diego Corrientes, encarna el mito del buen ladrón. Aquel que roba a los ricos para dárselo a los pobres. En esta obra intenta retratar el carácter andaluz acogiéndose a una amplia gama de matices no sólo al gracioso. Que tanto daño nos ha hecho como pueblo.

En este caso nos encontramos con un personaje real, nacido en Utrera, que vivió en el siglo XVII, y que llevó la generosidad a su más alta cota. Un proscrito que antepone el bienestar de los pobres al suyo propio, haciendo un sincero alegato contra la mala distribución de la riqueza. Así, el mismo dice:

Diego: (A la marquesa)
Senora no yore osté;
que aunque somo hombre perdío
pa tocarle á osté ar vestio
no hay en el mundo poé.
Vamo, no hay que yorá,
porque yo quieo que osté entienda
que, en á nadie se ofenda,
tengo yo mi vaniá.
Disen que soy ladrón
porque sargo á un ventorriyo
y le aligero er borsiyo
á argún grande señorón;
Pero no isen cuando voy
y me encuentro á un esdichao,
y lo que al rico he robao
pa que se ampare, le doy.
Si eso es robá, no me ofendo
y er nombre é ladrón armito;
Po si á uno er dinero quito,
a otros lo voy repartiendo. 15

Federico Oliver y Crespo, fue el primero de los autores sevillanos que se abrió al teatro social, luego los críticos han dado en llamarlo teatro moderno. La denuncia de la realidad fue el denominador común de un gran número de sus obras. El crítico Ángel Berenguer 16, lo clasifica dentro de la tendencia “novadora con conciencia progresista”, que niega, denuncia y rompe la alianza establecida entre la nobleza y la gran burguesía y, al mismo tiempo, afirma la posible identificación de los intereses de clase de la pequeña burguesía con el proletariado. Haciendo un repaso de las más significativas, encontramos las que se describen a continuación:

La muralla (1898) drama en tres actos en los que se hace presente la lucha entre el obrero y el patrón. Explora la controvertida relación entre un aprendiz de escultor y la hija de un aristócrata. Fue estrenada en el Teatro de la Comedia de Madrid el 2 de diciembre de 1898.

En La Neña, (1904), drama en tres actos, ambientado en un pueblo asturiano, aborda la trata de blancas. Un indiano rico se casa con Teresita para llevársela a América y obligarla a prostituirse. Fue estrenado en el Teatro Español de Madrid el 29 de noviembre de 1904.

En Mora de la sierra (1906), drama andaluz en tres actos, fue estrenado en el Teatro de la Princesa de Madrid en diciembre de 1907. En él trata el asunto es el hambre, la sequía, la esperanza que viene del cielo. Jornaleros andaluces se ven privados del agua para el riego de sus campos mientras unos privilegiados tienen el derecho sobre los regadíos. Sus personajes desgranan con exactitud la realidad del campo andaluz, lleno de privilegios de señoritos y caciques. En el diálogo que seguidamente transcribiremos, Miguel explica a Esperanza, los motivos por los que emigra de España.

Miguel: Voy a emigrante.
Esperanza: ¿A qué tierra?
Miguel: Ya te lo dije: a Buenos Aires.
Esperanza: ¿Pero es que no se puede vivir en Mora de la Sierra?
Miguel: No se pué vivir en el campo; no hay cosechas casi nunca; el terreno está
cá vez más baldío y más seco… Parece un desierto; y como el hambre nos mataba
poco a poco; tó el pueblo ha dicho a una que se embarca pa la Argentina… […]
¡Qué desgracia tan grande tené que salirse uno de su tierra porque su tierra no lo
mantiene! ¡Y sin embargo, esa tierra si no estuviera en manos de cuatro personas
que no la cultivan, que se divierten con ella, podría sustentarnos a tós…

En Los semidioses (1914), su obra más conocida y representada, vemos reflejada las dos España. Esta tragicomedia en tres actos, fue estrenada en el Teatro Español de Madrid, el 13 de noviembre de 1914. En ella nos encontramos una pareja antagónica de hermanos, uno que muere herido de guerra en Cuba y otro que sólo sueña con ser torero. Bajo la evidente crítica del vicio por la fiesta nacional representado por el padre y el hermano del protagonista, se esconde una honda reflexión en torno a la abulia y el cainismo como males endémicos del pueblo español, sólo erradicables a través de una educación pautada y estricta.

Un ejemplo de la denuncia es una escena bastante significativa, en la que D. César, trata de buscar noticias taurinas en un periódico y sólo encuentra situaciones sociales desagradables a las que no hace ningún caso.

Don César: “Melilla”…”Nuevo combate”.. ¿A mí qué se me importa? […]
Señó Antonio: Mire usté la otra plana.
Don César: (Volviendo la página) “La cuestión agraria”
Don Martínez: Más arriba.
Don César: “la sequía”
Señó Antonio: Más abajo.
Don César: “España se despuebla”, “La emigración”.
Romero: Los diarios no traen más que tonterías…
Don César: ¡Ya está aquí! 17

El crimen de todos (1916), drama en tres actos, estrenado en el Teatro Español de Madrid el 9 de noviembre de 1916. Crítica la tolerancia judicial respecto de los crímenes pasionales desarrollada a partir de dos personajes contrapuestos, el comprometido escritor Ramiro Cuesta y Jonio representante de una literatura escapista.

El pueblo dormido, (1917) Tragicomedia en tres actos, estrenada en el teatro Español de Madrid, el 15 de noviembre de 1917. Interesante, aunque muy irregular pieza sobre la regeneración de la política española. Trata sobre las consecuencias políticas de la pérdida de las colonias españolas. Reseña el carácter bravucón de los españoles y su falso orgullo patrio.

Pobre España de mi alma, que está hambrienta de pan y de ideal, pero que tienes mucho honor que echar en el puchero! ¡Pobre tierra mía, que después de un calvario de tres siglos verificas un balance trágico y te encuentras sin el mundo que descubriste, sin fe ni esperanza … , reducida a tu viejo solar, con un saldo en contra de tierras estériles, muchas plazas de toros, sin escuelas, sin pan, pero con un saldo a tu favor de honor caballeresco que no hay más que pedir! [ … ] Un hombre cualquiera puede ser holgazán, corrompido, cínico, inútil para la sociedad; pero hombre de honor,
[ … ] Pero para mí el honor está en los músculos que cultivan la tierra y en la mente
que investiga y nos guía.

Los pistoleros (1931), drama en tres actos y cinco cuadros, estrenado en el Teatro Español de Madrid el 5 de diciembre de 1931. Melodrama centrado en el movimiento obrero barcelonés durante los años veinte.

El último autor que hemos rescatado de los anaqueles de la memoria es el famosísimo articulista José López Pinillos. Reseñamos algunas de sus obras en las que hay una clara reivindicación de los derechos del pueblo. Así, en La casta (1912) hay una defensa de la educación; El Pantano (1913) es una metáfora del caos social que se vive en la España de su época. Lleva a la escena el eterno binomio de ciencia frente a analfabetismo; trabajo frente a la abulia y hace una crítica feroz de las actitudes cainitas. La Esclavitud (1918) pone en las tablas un tema cruento que durante muchas generaciones ha marcado el día a día del mundo rural: la venganza de una familia después de una violación impune de una mujer llevada a cabo por un cacique, que por otra parte, avasalla a los hombres pues su poder y dinero se lo permiten. Cabría destacar aquí el alegato que hace el cacique durante el tercer acto de que los cambios sociales no son posibles porque el mundo, desde que se creó, es como es, dividido entre ricos y pobres.

Ant.—¡Como que le destrozaría…! Pero no basta con eso. ¡Que se gane mi perdón!¡Que trague hiel y que se humille…! Cuando le eche la vista encima, dígale que no sea imbécil y que no venga con modernismos a estas tierras. Las cosas son
como son, y el que está arriba no va a consentir que le atropelle el que está abajo. Esos señoritos de gran capital no sé qué se figuran! Si los dejasen, convertirían al mundo en una casa de locos. ¡Pero los pueblos no cambian y en los pueblos se estrellarán.

La red (1921) es una crítica contra la justicia cuando se administra de forma mecánica. La tierra (1923) es un drama de jornaleros que tienen que emigrar a Argentina para trabajar aunque en su pueblo hay grandes extensiones de tierra sin cultivar. En ellas observamos ideas anarquistas, la lucha contra el caciquismo.

5.- CONCLUSIONES

Estas notas llegan a su final. Entramos en el momento del desenlace. Quedamos conformes por haber rescatado del olvido a tres andaluces, sevillanos por más señas, que abrieron las puertas de la modernidad a nuestro amado teatro. Ellos fueron los artífices de la llegada de autores como Valle Inclán y de García Lorca. Para concluir, hacemos nuestras las
siguientes palabras de Gregorio de la Fuente:

Además de literatura de ficción, el teatro es espectáculo público. Como texto dramático, su influencia social se limita a su difusión en el mundo de los lectores, cuya dimensión en España del S. XIX era aún reducida por el elevado analfabetismo,
la escasez de bibliotecas públicas y otras circunstancias. En este sentido, el teatro político impreso no tenía mayor repercusión social que un folleto o un artículo de prensa. En cambio, como espectáculo y literatura oral, la representación teatral era un medio de comunicación directo con el público, con gran capacidad para influir en las actitudes y opiniones de los espectadores, incluidos aquellos que carecían de hábitos lectores. Pese a que la disponibilidad de teatros y compañías y el precio de las entradas limitasen su incidencia social, su impacto directo sobre el público convertía la representación teatral en un instrumento de comunicación privilegiada y potencialmente útil para la política. El teatro político escenificado podía alcanzar una repercusión social mayor que el impreso, con una eficacia equiparable al púlpito
y a la tribuna laica 18.

Porque con él estamos de acuerdo en el poder instructor del teatro como trasmisor de ideas. El texto espectacular ha vehiculado siempre un poder comunicativo que fue aprovechado por las grandes culturas desde sus orígenes griegos. Pero este teatro social no puede confundirse con el panfletista que está al servicio del partido, sino, como reivindica Francisco García Pavón, El actual teatro social prescinde de todo acorde calificadamente político y se limita a exponer unas situaciones, fruto de unas estructuras sociales incómodas, para que, sin más doctrina, discurso o eslogan, el espectador deduzca por su cuenta la solución. Teatro casi costumbrista, de exposición objetiva de unos modos de vivir que, antes que exaltar al espectador, como el viejo teatro social, le hace pensar 19.

Estas obras, en suma, vienen a dejar claro varias ideas que están en la mente de los trabajadores, mucho antes de que fueran logros sociales:

1. La necesidad de una educación general e igualitaria a la que todas las clases necesitadas puedan acceder;
2. La reivindicación del asociacionismo como método para la defensa de los intereses de los más débiles;
3. Una asistencia social sanitaria para todos, pensión para los jubilados, salario social para los necesitados.

Estos derechos por los que tanto se lucharon a lo largo del siglo XX en nuestro país, y que nos llevaron a gozar de un cierto estado del bienestar, hoy se están perdiendo en aras de una economía de mercado que nos está ahogando a todos. Por ello, creo conveniente terminar estas líneas haciendo nuestras las palabras de Juan, el maestro que agoniza por unas heridas de guerra en Cuba, de la obra Los Semidioses, en las que pone la esperanza de la regeneración del país, en los niños y jóvenes y en su educación:

Mis niños, los niños de mi clase que tengo abandonados. Vienen a ver a su maestro. Sus corazones son la tierra donde he sembrado la semilla de la virtud, del trabajo. […] Ya vienen … Y no son niños, son ya hombres regenerados … [ … ]¡Pasan sobre mi tumba, pero no importa, la Patria resucita con ellos!

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  1. ‘Picú’: Giradiscos anterior al tocadiscos, compuesto por un plato dónde se colocaba el disco. Para escucharlo debía de conectarse al altavoz de la radio. El que circuló en España era de la marca Philips.
  2. Microsurco: discos grandes que luego se llamarían LP.
  3. Zarzuela Cádiz, Episodio Nacional cómico-lírico-dramático en dos actos, dividido en nueve cuadros, en verso. Libreto de Javier de Burgos. Música de Federico Chueca y Joaquín Valverde. Estrenado en el Teatro de Apolo el 20 de Noviembre de 1886. La acción se desarrolla en la ciudad de Cádiz y sus alrededores entre 1810-1812. En ella se describen los avatares que sufrieron los gaditanos para defender su ciudad del asedio francés hasta llegar a la proclamación de la Constitución de 1812.
  4. Burgos, Javier, Cádiz. El baile de Luis Alonso, Edición, introducción y notas de Alberto Romero Ferrer, Cádiz, Universidad, 1997, p. 190.
  5. Fernández Insuela, Antonio, “Galdós y el drama social”, en Huerta calvo, Javier, (Director), Historia del teatro español (Del siglo XVIII a la época actual), Tomo II, Madrid, Gredos, 2003, pp.2001-2030, p. 2007.
  6. Son muchos los críticos y estudiosos del teatro que han intentado definir que entendemos por ‘teatro social’, Así hallamos definiciones de Torrente Ballester; García Pavón; Jaime Mas Ferrer, Antoni Castellón; aunque nosotros hemos seguido la de Alfonso Sastre y Jaime Mas Ferrer.
  7. Mas Ferrer, Jaime, Vida, teatro y mito de Joaquín Dicenta, Alicante, Instituto de Estudios Alicantinos, 1978, p. 107.
  8. Oliver Crespo, Federico, (Chiclana de la Frontera, Cádiz, 22 de octubre de 1873 – Madrid, 22 de febrero de 1957) fue un escultor, escritor, dramaturgo y director teatral, primer presidente de la Sociedad General de Autores. Con pocos años se trasladó a Sevilla, donde estudió escultura y participó en la reforma de la Catedral. En 1894 fue a Madrid para ingresar en la Escuela de Pintura, Escultura y Grabado, y obtuvo en 1897 medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes por su grupo escultórico Sin pan, de acusado realismo. Su amistad con los dramaturgos hermanos Serafín y Joaquín Álvarez Quintero, quienes le instigaban a escribir, le fue llevando al mundo del teatro, aunque su relación con la farándula no se redujo a su faceta creativa, ya que fue director artístico de la compañía de su esposa, la actriz Carmen Cobeña. Fueron padres de la actriz Carmita Oliver y abuelos del escritor y cineasta Jaime de Armiñán. El éxito de su primera pieza La muralla (1898), donde esta actriz trabajaba, le llevó a consagrarse por entero al teatro. Se casó en 1903 y formó ese mismo año con su esposa una compañía que llevó a la escena numerosas obras de autores españoles, entre ellos Benito Pérez Galdós (Casandra), Miguel de Unamuno (La esfinge), Jacinto Benavente (Señora ama) y José López Pinillos (Hacia la dicha y La otra vida), así como la primera versión contemporánea de La Celestina de Fernando de Rojas en 1909, arreglada por el crítico Francisco Fernández Villegas “Zeda”. Hizo giras por España y América y en 1914 se encargó de la dirección artística del Teatro Español. Oliver cultivó también la poesía y el ensayo; la necrológica del ABC destaca en particular sus versos sobre gitanismo. Obras principales: La muralla (1898); La Niña (1904); El crimen de todos (1916); El pueblo dormido (1917); Los pistoleros (1931); Los semidioses (1914); El azar (1926); Lo que ellas quieren (1926); Oro molido (1928); Han matado a Don Juan (1929); La juerga; Mora de la Sierra; La pasión; Atocha; Los cómicos de la legua; Las hilanderas, zarzuela con música del maestro Guerrero; La esclava; Aníbal; La campanera de la Giralda; Susana y los viejos; El pobre violín; Los demonios se van; La comedia del amor, etc.
  9. López Pinillos, José, (Pármeno); (Sevilla, 1875- Madrid, 1922) fue periodista en El Globo, El Liberal de Bilbao y El Liberal de Madrid. Como literato destacan tanto por sus obras en prosa como por sus textos dramáticos. Podemos incluirlo dentro de una tendencia tremendista de la literatura caracterizando a los personajes mediante ironías, comparándolos con animales “parece una gigantesca rana” “un magnífico gorrino”, etc. Los críticos, como Antonio Castellón, suelen dividir sus piezas teatrales en dos categorías: dramas urbanos que giran alrededor de la honra y del honor y los dramas rurales de carácter reformista. Fue muy prolijo en su quehacer literario, escribiendo una abundante obra narrativa. No obstante damos a conocer aquí su abundante obra dramática:
    El vencedor de sí mismo, (1900, drama); Hacia la dicha, (1913, comedia); La casta, (1912, comedia); El burro de carga, (comedia); El pantano, (1913, drama); La otra vida, (1913, drama); A tiro limpio, (1918, comedia); Los senderos del mal, (1918, comedia); Las alas, (1918, comedia); Esclavitud, (1918, drama); Caperucita y el lobo, (1919, comedia); El obscuro dominio, (1919, drama); La red, (1919, drama); Embrujamiento, (1920, drama); Como el humo, (1920, drama); Ardillas y lirones, (1921, comedia); La tierra, (1921, drama); El caudal de los hijos, (1922); Los malcasados, (1923, comedia póstuma acabada por los Quintero); Las uvas, (1929, drama corto reimpreso en Lecturas en 1929; se desconoce su primera edición)
  10. Gutiérrez de Alba, José María, (Alcalá de Guadaira, Sevilla, 2 de febrero de 1822-27 enero 1897) Cursó estudios de filosofía y letras en la Universidad de Sevilla después de un periodo largo de trabajo en el campo con su padre. En 1847 se traslada a Madrid para terminar la carrera de Derecho, pero abandona pronto los estudios para consagrarse por completo a las letras. Allí permaneció hasta 1870, (excepto un paréntesis forzoso por motivos políticos) escribiendo la mayoría de sus obras teatrales y colaborando con importantes periódicos. Tomó parte activa en los acontecimientos revolucionarios que en 1868 obligaron a Isabel II a abandonar el trono de España. En 1870 marchó a Bogotá donde residió durante trece años; allí fundó el periódico El Cachaco. De vuelta a Alcalá de Guadaíra, se le nombra bibliotecario municipal, cargo especialmente creado para él. En sus piezas teatrales se atrevió a introducir personajes de la vida pública, promoviendo el cultivo del género de la revista, que se consolidaría en el panorama teatral decimonónico español ya en el último tercio del siglo. También trató de concienciar a las masas: en Una mujer literata (1851), afronta el debate sobre el lugar de la mujer en la familia burguesa. Algunos de sus éxitos teatrales más relevantes fueron: Diego Corrientes o El bandido generoso y El tío Zaratán, Hombre tiple y mujer tenor, Un club revolucionario, La elección de un diputado, Los farsantes y Maese Gorgorito o El teatro y el convento.
  11. Fernández Villegas, Francisco, conocido por su pseudónimo “Zeda” (Murcia, 1856 – Madrid, 15 de noviembre de 1916), fue un periodista, crítico teatral y escritor español, padre de la actriz Amparo Fernández Villegas. De joven vivió en Salamanca, aunque se mudó a Madrid donde se consagró al periodismo en periódicos y revista como La Monarquía y su sucesora La Libertad. Después ingresó en La Época, donde destacó como agudo crítico teatral; en esta publicación permaneció hasta su mismo fallecimiento. Al mismo tiempo inició una carrera literaria que le llevó a publicar novelas, cuentos, comedias y adaptaciones o refundiciones de piezas de nuestro teatro clásico. Así, en 1909, realizó la primera versión moderna de La Celestina, luego publicada en Francia en medio de la Guerra Civil, o Reinar después de morir, de Luis Vélez de Guevara. Realizó asimismo traducciones y adaptaciones de otras obras más modernas, por ejemplo de Un enemigo del pueblo, de Henrik Ibsen, o El honor, del dramaturgo del naturalismo Hermann Sudermann, bajo el título de El bajo y el principal.
  12. Bermejo, Belén, “Apuntes sobre el nuevo arte de escribir teatro: La teoría teatral de Galdós en el contexto europeo”, IV Congreso Internacional Galdosiano, 1997, 2000, pp. 155-172.
  13. Las referencias de las obras citadas en este epígrafe han sido tomadas de Vargas-Zúñiga, Lola, Catálogo de autores dramáticos andaluces 1800-1897, Volumen II, Tomo I, Sevilla, Consejería de Cultura, Centro de Documentación de Artes Escénicas de Andalucía, 2002.
  14. Diego Corrientes o El bandido generoso. Drama Andaluz. En tres actos y en verso, por J.Mª. Gutiérrez de Alba, Madrid. Imprenta de J. González y A. Vicente, 1848.
  15. Op. Cit. p. 26/ escena XIII, act 1.
  16. Berenguer, Ángel, El teatro en el siglo XX (hasta 1939), Madrid, Taurus, 1988.
  17. Los semidioses. Juan José, Madrid, Taurus, 1985. pp.- 25-26.
  18. De la Fuente Monge, Gregorio, “Introducción: Los estudios sobre el teatro político de la España del siglo XIX”, Historia y Política, ISSN 1575-0361, n.º 29, Madrid, enero-junio (2013), pp. 13-14.
  19. García Pavón, Francisco, Teatro social en España, Madrid, Taurus, 1962, p. 24.