Autorretrato

Isabel María

Me nacieron junto al Atlántico, allende los mares, en las costas del Mar de Luz, donde la Tierra la nombran como Lepe. Allí conocí el sol, un 13 de noviembre de hace un buen puñado de años, casi  seis décadas, 1965.

Soy entreverá, madre sevillana y padre lepero. De mi padre, Manuel, heredé la pasión por el ser y la hospitalidad, características de la vieja Onuba. De mi madre, María, la curiosidad por el saber y el sentido de lo eterno que se tatúa en Hispalis.

Me confieso, sobretodo, lectora. No hay actividad que más me agrade, en esta vida, que abrir las páginas de un libro, a ser posible viejo, con el olor impregnado de otros lectores, con los sueños tatuados de otras manos que antes ojearon sus páginas. Detrás de cada palabra hay  un universo presentido que cobra ánima cuando yo lo leo y comienzo a crear, en la profundidad de mis neuronas, realidades de otros tiempos y otras personas y llego al éxtasis.

También soy investigadora, de legajos y periódicos, de papeles impresos y manuscritos, que duermen entre los anaqueles de los archivos, hemerotecas y bibliotecas de las dos provincias que me definen. Y esperan, pacientes, que las manos de hombres y mujeres de otros tiempos, los rescaten de su letargo de siglos.

Y, por último, soy caminante, andariega, exploradora, correcaminos. Tuve la suerte de nacer en el paraíso del mundo, en Al Andalus, y disfruto enormemente al perderme por vaguadas, montes, veredas, de la tierra madre.

Mi vida se desgaja en porciones de almas, que se han encontrado conmigo, en las encrucijadas de los senderos. De todas ellas aprendí; todas ellas me enseñaron; a todas las amé.

Desde hace treinta y tres años me pierdo, a diario, por las aulas de institutos sevillanos. En sus vericuetos descubrí la grandeza de buscar al HOMBRE a destajo. Hete aquí que en eso me hallo. Poco más te puedo contar. Quizás decirte, que anhelo ser ola atlántica, para desde la infinitud, abrazar las dos orillas de la Tierra. ¡En el camino nos encontraremos…..!